04 octubre 2010

Volver, desde el otro lado de la línea

SOBREVIVIENDO SIN DEPORTE
El sufrimiento del
deportista retirado
Ariel Mario Bernardini, quien fue campeón dos veces de la Liga
Nacional, tuvo que dejar el básquet por un accidente de auto

(Por Mariano Calviello) Ariel Mario Bernardini comenzó a jugar al básquet en el Club Temperley, siguiendo el mandato familiar. Este trotamundos del baloncesto pasó por varios clubes. Sport Club, Provincial, Deportivo San Andrés, Gimnasia de Comodoro, Peñarol, Regatas San Nicolás, Boca y Estudiantes de Santa Rosa fueron las instituciones en donde desplegó su juego. Conoció la gloria en dos oportunidades: en la temporada 1993/1994 fue campeón de la Liga Nacional con Peñarol de Mar del Plata y, en la temporada 1996/1997, logró otro título, pero esta vez con Boca Juniors.

El 13 de octubre de 1997, la vida lo puso frente al partido más difícil de su vida. Manejando su Renault 19 chocó contra una columna. Quedó aprisionado dentro del auto en llamas y sufrió graves quemaduras en las piernas. “El calvario comenzó en Empalme Villa Constitución, durante las primeras horas de un lunes. Estaba muy deprimido porque el equipo no andaba bien. Después del partido agarré el auto y salí a manejar, a escuchar música. Llegué a un tramo nuevo de la ruta, mal señalizado y peor iluminado. Allí hay una curva a la derecha y al final, un cantero con una columna. Creo que me distraje; no recuerdo bien. Me despertó el dolor de las piernas que se me quemaban”, relató Bernardini.
Con mucha voluntad y amor propio pudo salir adelante. Jugó durante un tiempo pero él ya no era el mismo. “Las lesiones y la rehabilitación me sacaron demasiada energía como para recuperarme plenamente y seguir esforzándome como lo hacía anteriormente”, explicó.
Cuando dejó el básquet profesional no la pasó bien. “Quedás descolgado, no sabés dónde estás parado, qué va a ser de tu vida. Intenté un par de cosas que no salieron, me equivoqué. Ahora manejo un taxi, pero no es algo fijo, me da para vivir hoy. Yo quisiera tratar de dirigir algún equipo, hacer cursos y ver si algún club me da la confianza para ser entrenador”, se ilusiona Bernardini.
Haciendo referencia al modo de juego actual en la Liga, analizó: “Se juega demasiado intenso, pero si no hay orden no tiene sentido. Se pone lindo si todos meten, pero sino hay muchos tiros apresurados. A mí me gustaba cómo se jugaba antes, teníamos un juego más pensante”.
Quizás porque él cometió varios errores en su carrera, Bernardini aconsejó: “Hay que aprovechar los momentos y hacer el mayor sacrificio posible, cuidarse en lo físico y en lo personal. No todo pasa por la pelota, hay que darle prioridad a la familia y a los sentimientos. Estudiar se hace muy difícil. Después te piden experiencia laboral y ser joven, algo imposible con los viajes y los años jugando. Es complicado, por eso lo importante es sacarle hasta la última gota de jugo al deporte y tener un buen ahorro para el día mañana. Esto es corto y no se juega toda la vida”.
Hoy, su vida transcurre en Rosario, donde está radicado desde hace ocho años, despunta el vicio en el Club Ciclón y cuida de sus hijos Matías y Magalí mientras recuerda con cariño sus tiempos felices como jugador de la Liga Nacional. “A la Liga le debo todo lo que tengo, todo lo que hice, lo que viajé, lo que disfruto hoy se lo debo todo al básquet”, comentó Bernardini desde su taxi, esperando ansioso que algún club se vuelva a fijar en él y le den la oportunidad de volver a su mayor pasión: el básquet.