Un luchador, así en el
ring como en la vida
Horacio Acavallo trabajó como cartonero en su niñez, luego
en un circo y después se convirtió en boxeador profesional
(Por Marcos Cuenca) Todo indicaba que su vida no iba a ser sencilla. La pobreza marcó su niñez pero también su futuro. Desde chico debió pelearla junto a sus padres para sobrevivir y llevar un plato de comida a su casa. Fue botellero, cartonero y hasta trabajó en un circo. Pero esa vivencia marcó el perfil de un luchador en la vida, que luego trasladaría a un ring de box. Horacio Acavallo luchó desde niño y así nació uno de los mejores boxeadores argentinos. El campeón habló con Deportea y reseñó su historia.
- ¿Cómo llegó a ser boxeador?
- De chico iba a “la quema” (denominación que reciben los basureros a cielo abierto) con mis padres y recolectaba papel, vidrio, trapo, etc. Más tarde, hice cinco años circo. Empecé haciendo los mandados, después fui trapecista, malabarista y ahí me dí cuenta que estaba preparado para pelear. Yo hacía trapecio volante, me pasaba de uno a otro, sin red. Ahora, desde hace 30 años se hace con red. Antes si te caías. La pista tenía arena, yo lo hacía por necesidad. Así, en mi paso por el circo, terminé haciendo un número dónde invitaba a alguien del público a hacer guantes.
- ¿Recuerda su primera pelea?¿Cuál es la pelea que más recuerda?
- Para mí arranqué con el boxeo cuando estaba en el circo, ahí empecé a sentir la sensación de ser boxeador. Cuando me coroné Campeón del Mundo en Tokio contra Katsuyoshi Takayama. Fue especial porque se comportó mal pegándome cuando estaba distraído al comenzar la pelea y también porque era por el título mundial.
- ¿Cuál es el mejor recuerdo que guarda de toda su carrera?
- Los campeonatos, también haberlos conseguidos en el Luna Park, retirarme joven y con el título del mundo en mi poder.
- ¿Cómo vivió el hecho de consagrarse Campeón del Mundo?
- Lo más lindo que me pasó, todos me querían pelear. Además, soy hincha de Racing y cuando gané el título pude dar la vuelta en la cancha y todos me aplaudieron.
Pero para llegar a consagrarse en la escena mundial, Horacio Acavallo hizo un paso previo por Europa, donde supo forjar su chance mundialista y esbozar su gran técnica para el deporte.
- ¿Cómo fue su experiencia en Italia?
- Estuve dos años, le gané a Salvatore Burruni, campeón de Europa y del mundo, por puntos en un estadio de fútbol ante más de 50 mil personas. Allá le gané a todos y cuando llegaba algún lugar se amontonaban para sacar fotos y pedirme autógrafos. Acá tuve la revancha y volví a ganarle, lo tiré dos veces.
- ¿En qué lo benefició en su carrera su paso por Italia?
- Después de Italia recorrí el país peleando. Fui Campeón argentino, Sudamericano, Mundial, y me retiré campeón en 1969.
- ¿De su paso por el box le quedaron secuelas físicas?
- Era muy profesional y me cuidaba mucho. Ahora estoy cero kilómetro de todo.
Los grandes púgiles argentinos pasaron por un escenario mítico. Era un sitio de prueba para saber si realmente tenían 'pasta de ganadores'. Acavallo fue uno de los grandes que superó con creces el reducto.
- ¿Qué recuerdos tiene del Luna Park?
- Allí defendí todos mis títulos. Es el gran teatro del boxeo argentino y tengo los mejores recuerdos de ese lugar. Además, era amigo de Tito Lectoure (dueño del Luna Park y empresario de boxeo). Lo cerró por trece años, creo que se confundió, no debió haberlo hecho.
Siempre peleó para poder sobrevivir. El boxeo en la actualidad no le interesa demasiado. “Me gustaba Locomotora Castro pero en la actualidad la mejor es La Tigresa Acuña, porque tiene muchas condiciones”, señaló el ex campeón que admite que no mira el deporte de las narices chatas desde hace tiempo. Pero no se olvidó de pelear nunca. En su vida hizo de todo, también participó de la grabación de undisco con el grupo argentino de punk rock 2 minutos, donde aparece su voz aguardentosa en el inicio de "Piñas van, piñas vienen"'. Cartonero en la quema, malabarista-trapecista en el circo, una versatilidad que se resume en el título: un luchador, así en el ring como en la vida. Y un campeón, también.