07 noviembre 2011

Final del torneo del Interior

Duendes puso el color
a la final del torneo
pero no fue suficiente

(Por Nicolás Martínez) El sol de la tarde apenas pasado el mediodía marca las condiciones en el Duendes Rugby Club, donde se esperaba la ansiada final del Torneo del Interior. Una caudalosa aglomeración de vehículos a paso de hombre, se iban encolumnando hacia el ingreso por la Avenida Battle y Ordoñez. Compartiendo la misma escena, un centenar más de peatones se filtraban como hormigas entre los espacios que los autos dejaban entre sí. Nadie quería perderse la definición, en Las Delicias se prometía un gran partido y como reza un mural en el ingreso del predio “Duendes…Cuna del buen rugby”, da en la tecla justa para justificar la caprichosa excusa de asistir a una jornada que presentaba de antemano una excelente propuesta.
Si el clima se anuncia soleado, con altas temperaturas, un porcentaje alto de humedad y sin probabilidades de precipitaciones para un sábado por la tarde, eso es  indefectiblemente una señal de que se está en la situación apropiada, para que el escenario estuviera a tono para palpitar una final de rugby, entre dos monstruos, como Duendes y La Tablada.

En el sur de la ciudad, hace tiempo que se acostumbraron a festejar. La seguidilla de torneos y finales alcanzadas por los verdinegros, hicieron que la alegría, la celebración y la coronación se hagan costumbres. Un árbol plantado por cada competencia ganada, es la costumbre, la cual hace que Duendes se empiece a asemejar a un bosque, a medida que pasa el tiempo y los logros se perpetúan.
El escenario donde saldrían a mostrar su mejor obra los 30 actores es la cancha Nº 1 del club. El sol se mantenía firme, estaqueado en un cielo celeste que pocas ansias tenía de teñirse de gris.
El ritual previo a cada presentación del verdinegro comenzó a mostrarse. El fiel apoyo del grupo más ruidoso de la parcialidad local se acercó a ponerles la tónica de una final a sus representantes, que realizaban los ejercicios precompetitivos, para luego retirarse al vestuario a alistarse para el comienzo del juego.
La pasión se dividió en dos sectores bien parcializados. La marea envuelta en verde y negro fluyó hacia la cabecera norte, donde se ubicó bajo su enseña más representativa que exclamaba “Los verduleros Pte”. La pueblada azul y roja se ancló en el sector sur, bajo los rayos del sol que caían como flechazos desde el cielo. En gran número los cordobeses hicieron que los 500km que los distanciaba de su hogar se convirtieran en escasos metros.
El jolgorio, fiesta y carnaval encontró su lugar en el mundo. Este se apropió de los de Duendes, colgados de los tirantes como cualquier tribuna de un estadio de fútbol. La característica y esperada ronda a caballo por el campo de juego de uno de los hinchas característicos del club, indicó la llegada del primer equipo al verde césped. Junto a ellos se encolumnó propagándose por el ambiente una humarada verde y negra imponente que desató la locura pasional de los locales a puro canto y aliento. La localía se hizo sentir y la salida de los rivales quedó bajo la sombra de la algarabía de los rosarinos.
Comenzó el partido y para darle una excusa más a la deliria de la tribuna norte, Duendes se anotó primero en el tanteador con 3 puntos. Una vez más parecía que todo terminaría como suele suceder en las últimas presentaciones que hace el conjunto de Las Delicias en los últimos tiempos: victorias tras victorias.
De igual manera, La Tablada supo entender la tarde y asumió el protagonismo que había perdido en las tribunas, justamente en el campo de juego.
De manera casi constante, convirtió cada error del local en un acierto propio. Paulatinamente la pasión junto con los cánticos emprendieron la migración y fue justamente el sector sur el que comenzó a vivir la más feliz primavera.
Con una actuación sobrevaluada de su pareja de centros, La Tablada se fue al descanso con un parcial a favor de 37 a 3, que acalló las voces en la localidad del verdinegro y encendió ferozmente el delirio cordobés. Llamativamente los de azul y rojo entonaron las estrofas de Fito Paez al ritmo de “Todas las mañanas que viví, todas las canchas donde te seguí…” y dejó de lado las melodías de cuarteteras de La Mona Giménez.
En el complento, Duendes se acordó de jugar, pero fue tarde, y chocó con una dura realidad que fue la inmensa diferencia en el marcador. El esfuerzo de sus jugadores no fue acompañado por su público que presagió con anticipo el peor final.
Arremetidas individuales de los máximos exponentes de Duendes le quisieron poner condimento a una vibrante final que de antemano había elegido a un campeón con 40 minutos de anticipación.
La explosión de alegría tuvo su clímax pleno cuando el árbitro pitó el final y declaró oficialmente a La Tablada el consagrado del Torneo del Interior con un resultado de 37 a 27.
El campo de juego se tiñó de azul y rojo y siguiendo con el ritual típico de cada campeón de rugby continuó la celebración en la pileta del club.
A los cordobeses le quedaron 500 km a pleno festejo, mientras que para los rosarinos la espera de una posible revancha en una hipotética final del Nacional de Clubes, donde pueda darle sentido a toda su historia y pasión que demostró en la víspera al choque del sábado.